Fidel Castro y Nelson Mandela, hermanos de armas (un homenaje antes de que se vayan).

Posted on 23 octubre, 2012

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En África estamos acostumbrados a ser víctimas de otros países que vienen a despedazar nuestro territorio y minar nuestra soberanía. No hay un paralelo en la historia africana en el que otro pueblo se haya levantado para defendernos.

Nelson Mandela agradeciendo a Cuba por la lucha de liberación en el suroeste africano. Extraído del libro «Cuán lejos hemos llegado los esclavos».

Dos viejos están viviendo apaciblemente los últimos días de sus vidas. Uno en La Habana y otro en Johanesburgo. Viven rodeados de sus nietos, en la modestia del hombre honesto y trabajador. Pronto morirán y estoy seguro que lo harán de forma apacible.

Sudáfrica y Cuba, 10,000 kilómetros de solidaridad.

Estos viejos fueron tornados en su juventud, fueron guerrilleros, estuvieron en las cárceles de los opresores, sus escritos inflamaron las mentes de otros iguales a ellos y comandaron a sus ejércitos en feroces batallas contra enemigos tan enormes que en su momento se pensaron invencibles. Victoriosos, dignificaron a su pueblo y sus palabras recorrieron al mundo.

A pesar de lo inevitable de la muerte, miles llorarán cuando mueran, sus enemigos maldecirán sus nombres y querrán escupir en sus tumbas. Yo estaré en el primer grupo por muchas razones, sólo una de ellas es Cuito Cuanavale.

La batalla de Cuito Canavale fue el choque decisivo que rompió el aura de invencibilidad del régimen de dominación blanca llamado Apartheid que azotaba a Sudáfrica y a sus países vecinos.

Cuba está a 10,000 kilómetros.

Angola, enero de 1988.

El país africano recientemente se ha independizado de Portugal, en su subsuelo hay diamantes y petróleo y los buitres del capitalismo han financiado a chacales locales para terminar con el incipiente gobierno popular.

Los ejércitos del régimen racista del Apartheid invaden Angola y Namibia en los años 80s. ¿Quién se levantaría por África?

Han ya pasado trece años de una feroz guerra civil que se desató entre las facciones de independentistas angoleños que habían combatido a Portugal. La capital y los valles están en poder de los socialistas apoyados por la URSS y agrupados en el Movimiento Para la Liberación de Angola (MPLA). Pero las fronteras eran dominadas por grupos opositores apoyados económicamente por Estados Unidos, Israel y el gobierno del Apartheid Sudafricano. El MPLA no estaba sólo, desde 1975 habían sido apoyados con gran decisión por los cubanos y su comandante Fidel Castro. La épica Operación Carlota que Gabriel García Márquez ya describió con su pluma de premio Nobel reunió nuevamente a África con América.

El ejército del régimen supremacista blanco de Sudáfrica recién había invadido a Namibia y después a Angola con toda su fuerza y tecnología. Desde Cuba, Fidel Castro previó ese movimiento y ya tenía un destacamento de los mejores soldados cubanos listos para ayudar nuevamente a la nación africana.

El feroz choque fue en la aldea de Cuito Cuanavale. Detrás de un río, los cubanos y los angoleños resistieron las artillerías y las cargas de los contrarrevolucionarios y de los racistas sudafricanos. Seis violentas ofensivas fueron repelidas entre enero y marzo de 1988 por los internacionalistas y los independentistas. Más de 8000 muertos repartidos equitativamente entre ambos bandos.

El ejército de los racistas Sudáfricanos tuvo que irse humillado, y se retiró y se retiró hasta que terminó encerrado en su país que vivía una revolución interna que pronto derrocaría a su régimen, vergüenza de la humanidad.

Los cantos en Soweto.

A pesar de que los racistas sudafricanos tenían a Nelson Mandela encerrado en la cárcel desde hacía dos décadas, las palabras del líder del Congreso Nacional Africano resonaban fuerte en los barrios negros de Sudáfrica. Los jóvenes inundaban las calles con sus famosos cantos de libertad y los supremacistas no podían con ellos, ni matándolos, ni torturándolos, ellos dejaban de cantar.

El régimen racista no puede detener su descomposición, ya no son invencibles.

Pero los supremacistas ya habían conquistado con fuego la nación africana de Namibia, al norte, parecían invencibles con sus armas yankees e israelíes, y avanzaban imparables para tomar a Angola, a sus diamantes y a su petróleo… hasta que se toparon con los cubanos en Cuito Cuanavale.

Cuando el resultado de la batalla de Cuito Cuanavale llegó a los oídos de los jóvenes negros en los barrios pobres, la llama de la esperanza se encendió: los supremacistas blancos no eran invencibles. Negros angoleños y mulatos llegados del otro lado del mar los habían hecho chocar contra pared y regresaban derrotados.

Los cantos sonaron más fuertes, los sabotajes de la guerrilla de Mandela (La Lanza de la Nación) se incrementaron, las demandas de justicia subieron hasta que el régimen cayó y Nelson Mandela fue liberado.

Hermanos de armas.

Mandela visita a Fidel en Cuba en 1991, un año después de salir de la cárcel.

Uno de los primeros países que Mandela visitó en cuanto estuvo en libertad fue Cuba. Mandela agradeció en emotivos discursos al pueblo cubano todos los sacrificios de enviar a combatir a 300,000 internacionalistas contra el régimen del Apartheid, el más asqueroso que conoció la humanidad desde el Tercer Reich.

Fidel pagó la visita a Sudáfrica después de que fuera regañado por Nelson Mandela por su ausencia. Los dos viejos líderes estaban en proceso de consolidar la dignificación de sus pueblos. Cada uno con sus peculiaridades, errores y aciertos casi lo han logrado. Aunque sus enemigos siguen acechando, parece ser que han dejado una fundación sólida de nuevas generaciones que sigue defendiendo a sus países y que siguen el ejemplo de ese par de locos que creyeron poder derrotar a los perros de pelea yankees… y lo lograron.

La muerte es inevitable, aún entre estos titanes del Tercer Mundo Dignificado. Pronto se irá Mandela, pronto se irá Fidel, pero sus épicas y las de sus pueblos vivirán por siempre entre los libres de mente y corazón.

Fidel le paga la visita a Mandela.