El Sistema Nacional de Investigadores: un chaleco salvavidas que se convirtió en barco.

Posted on 25 agosto, 2016

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Cuando veo a los profesores de primaria marchando en las calles y diciendo que las evaluaciones neoliberales no aportarán nada a la calidad de la educación, yo les creo. Y no es por simpatía ideológica (que la tengo), ni de estrategia de lucha (a mi también me joden los bloqueos y las marchas), es por que sé que tienen totalmente la razón.

Desde hace 31 años, en el nivel de universidad y posgrado (maestría y doctorado) ya existe una evaluación basada en el desempeño. Esta evaluación lleva el nombre de Sistema Nacional de Investigadores, el infame SNI. Para hacer una historia larga corta, el SNI nada ha aportado al desempeño de los científicos y mucho menos al desarrollo tecnológico del país. Ha creado corrupción, simulación y frena lo que pretendía desarrollar. Lo peor es que ha colocado a los científicos, en especial a los más jóvenes, en un modo de supervivencia y anti-creatividad.

Si todavía tiene tiempo, permítame explicarle Querido Lector por qué afirmo lo anterior usando a la historia de compañera, porque ella, siempre tiene la mejor respuesta.

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Las maestras de la CNTE traen una manta que explica muy bien la diferencia que puede hacer una mala estrategia de «evaluación». Perfectamente aplicable a la Ciencia y Tecnología en México donde hace falta aprender tanto por los que sólo quieren aprobar.

 

El Sistema Nacional de Investigadores, una breve historia.

El SNI fue creado en una época difícil para México, el año 1984. La nación se encontraba en una época de desorden económico épico creado por la dependencia absoluta del ingreso petrolero y el desvío de ese ingreso a la corrupción de la élite del Partido Revolucionario Institucional que manejaba al país con criterios ideológicos, no estadísticos (¡qué poco ha cambiado!).

Ante este escenario, unos pocos -poquísimos hay que decir, menos de cinco, según ellos mismos- científicos mexicanos profesionales de esos años, decidieron proteger sus ingresos económicos con un programa de becas auspiciado por el Gobierno Federal y asegurado contra la inflación al nivelarse al salario mínimo oficial. La justificación era, que si esos pocos científicos profesionales veían su calidad de vida disminuir y sus universidades eran tan débiles económicamente para retenerlos, pues tendrían que migrar a otros países del mundo a ejercer su importante profesión (¡qué poco ha cambiado!).

En fin, usando sus contactos con la élite política (contados jocosamente por ellos mismos en este enlace), lograron crear un sistema de estímulos basado en lo destacado de la carrera del científico individual y le denominaron el Sistema Nacional de Investigadores. El SNI posee 5 categorías, la más baja se llama «C» de candidato, le sigue la 1, 2, 3 y finalmente, el Emérito (única categoría vitalicia).

Aquel que recibiera el nombramiento tendría el derecho a llamarse pomposamente «Investigador Nacional» y a recibir una beca libre de impuestos que representaría hasta el 70% de sus ingresos económicos. El monto de la beca engorda con el nivel, desde 8,000 pesos mensuales hasta 22,000, casi duplicada cada nivel. Los primeros que recibieron el reconocimiento en máximo nivel, fueron sus propios creadores, of course. Después, este beneficio se extendió a algunos otros cuantos científicos, 1,300 para ser exactos, la inmensa mayoría de ellos de la UNAM. Hoy, el SNI tiene una membresía de aproximadamente 25,000 personas, la mayoría sigue siendo de la UNAM.

Cantidad y calidad, ¿son lo mismo?.

La base fundacional del SNI fue retener en el país a sus cuadros científicos, otorgándoles dinero. ¿Qué decidieron cuantificar para decidir quién sí y quién no («evaluar», dicen y se confunden)?, principalmente fue el volumen de obra. La creación del SNI no incluyó calidad de obra, ni región donde se realizó la obra, ni contexto de la obra, ni creación de infraestructura para hacer obras, ni influencia de la obra, ni continuidad o utilidad de la obra. Sólo volumen de obra exigió el SNI, y sólo eso es lo que obtuvo el SNI de sus investigadores… y a medias.

Estoy viendo el currículum de un investigador muy «productivo» de mi área, un gran «ejemplo». Tiene 276 artículos en 26 años de carrera, en el último año publicó 24 artículos, de los cuales, él fue director en sólo 4 (20 fueron tributo de sus múltiples súbditos), la mitad de su producción nunca ha sido citada. De toda esta masa monotemática, el Dr. Fulanito no ha podido obtener ningún conocimiento que se pueda patentar, a pesar de ser un «tecnólogo». Muchos números, muchos amigos, poco contenido. Este es el tipo de investigadores que pidió el SNI, ese es el tipo de investigador que recibe.

A 31 años de la creación del SNI, México sigue siendo un país atrasado en Ciencia y Tecnología (CyT), atorado en todas las etapas de la Investigación y el Desarrollo. Los mismos centros de investigación cuyos miembros fueron los fundadores del SNI (UNAM y Cinvestav), siguen siendo los únicos centros mediocremente funcionales. Brasil, Chile y Argentina han rebasado a México en todos sus indicadores per capita de CyT. Colombia, un país saliendo de una guerra civil atroz, nos alcanzará en los próximos 3 años.

El SNI sirvió a medias su función original de retener cuadros científicos. Hoy en día, mientras el SNI tiene 25,000 miembros, 50,000 mexicanos con posgrado  viven y trabajan en el extranjero; los fundadores dicen que sin el SNI, seríamos todos. En los hechos, el SNI sólo funciona para engordar a unos cuantos bolsillos de científicos de la tercera edad. Y no hay perspectiva de cambio. Desde su fundación, sólo ha habido una reunión general (hace 11 años) para discutir su vigencia, y aunque la conclusión contundente fue su obsolescencia, nada se ha hecho para cambiarlo. Los que están dentro del SNI, no quieren (queremos, dijo el chango) perder la papa, los que están fuera son desacreditados y nulificados en su opinión. ¡Nadie quiere evaluar al sistema «evaluador»!.

Ciencia y Tecnología mexicana: Un cuerpo débil con metástasis.

El consenso mundial dice que la actividad científica es el único camino para lograr conocer el funcionamiento del universo y desarrollar tecnología que impacte positivamente a la sociedad y al medio ambiente. No hay país con economía sólida y diversificada que no tenga a la vez indicadores de Ciencia y Tecnología avanzados. Hay tres indicadores esenciales, el porcentaje del Producto Interno Bruto que se invierte en actividades de CyT, el número de personas dedicadas a CyT por millón de habitantes y el porcentaje de estas personas que laboran en una industria o en una universidad.

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Como ejemplo de la falta de compromiso del Estado Mexicano con el desarrollo basado en el conocimiento, está el programa de Cátedras Conacyt. Al principio del sexenio se prometió incorporar cada año a 500 investigadores jóvenes a las universidades, después el número se redujo a la mitad. A este ritmo, para cubrir el déficit de científicos en México se necesitarán… ¡10 siglos! (asumiendo que nadie se muera).

Dicho de otra forma, el desarrollar CyT es una cuestión de dinero, de músculo y de enfoque en conocimiento y aplicación.

Primero dinero, porque el averiguar lo que hay más allá de las fronteras del conocimiento actual requiere de instrumentos, espacios, tiempo y esfuerzo sostenido por décadas. El dinero es una promesa de intercambio, la CyT también.

Músculo después, la CyT es una actividad increíblemente intensiva, por cada historia de éxito hay diez de fracaso, las biografías de los héroes de la CyT están llenas de corroboraciones de lo anterior. Se necesita una masa de investigadores motivados, relajados y preparados para lograr mover las fronteras de lo conocido.

Enfoque al final, la universidad mexicana no tiene por qué primariamente desarrollar aplicaciones, y menos con los presupuestos lastimosos que tiene. Su deber en este momento es desarrollar profesionistas educados. México tiene un déficit de 300,000 científicos y tecnólogos. La universidad debe gozar de un ambiente libre de presiones económicas, tiene la ardua tarea de buscar a la verdad del universo; la industria no tiene esa gozosa libertad, quiere resultados y desarrollar tecnología sólida propia a contrarreloj, por eso la industria y la universidad son tan diferentes pero dependen una de la otra.

No hay necesidad de adivinar mucho, Querido Lector, México está por la calle de la amargura en esta triada de indicadores y así ha estado durante décadas, ni un sólo paso hacia adelante:

Se invierte poquísimo en CyT, apenas 0.5% del PIB. Los países avanzados invierten de 1.5 (ej. España) hasta 3.5% (ej. Finlandia) de su PIB. Brasil y Argentina invierten el triple que México y son las nuevas potencias latinoamericanas de CyT.

Los mexicanos dedicados exclusivamente a CyT son apenas 200 personas por cada millón de habitantes. En los países de economías diversificadas este valor oscila entre 3000 (ej. Irlanda) hasta 6,500 (ej. Dinamarca)

Y para terminar de poner clavos en el cajón, las autoridades de CyT mexicanas, encerradas en su moderno rascacielos de la Avenida Insurgentes, no han leído claramente la etapa de desarrollo económico y académico de México. Somos un país con una carencia enorme de infraestructura para la innovación, pero en la fantasía del burócrata de élite, somos universidades norteamericanas que ya pueden surtir de patentes a la industria. Totalmente desenfocados, ahora se obliga a la academia en las universidades mexicanas a desarrollar aplicaciones inmediatistas en las que les duele el codo invertir a los empresarios; las empresas mexicanas prácticamente no tienen departamentos de investigación. De cualquier forma, en un extremo del ridículo, la generación de patentes y aplicaciones no cuentan en la evaluación del SNI. Fracaso asegurado.

Si aunado a ese desorden estructural de la CyT mexicana, le agregamos un distorsionador burocratizante de la actividad creativa como el SNI, pues la CyT en México está destinada al fracaso; con cuerpo débil e invadido por una metástasis que corrompe su cerebro. Y no lo digo yo. El siguiente es un extracto del prestigiado informe Batelle 2016 de CyT mundial:

 A pesar de su proximidad con las avanzadas estructuras norteamericanas de investigación, la inversión de México se ha arrastrado por debajo del 0.5% por ya 20 años. Aunque la economía de México sigue creciendo a un ritmo razonable, es una de las más grandes del mundo y tiene amplios recursos naturales para desarrollarse, México tiene pocos incentivos políticos para desarrollar su infraestructura de Investigación y Desarrollo. Aunque provee soporte productivo a la industria automotriz y de alta tecnología de EUA, México ha fallado en crear una estructura de Ciencia y Tecnología a su alrededor y para el futuro. La infraestructura académica y de Ciencia y Tecnología de México no es la adecuada para sustentar el crecimiento de la Investigación y el Desarrollo.

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Este es el estado de la Ciencia y Tecnología en el mundo. Se observa cómo los países con economías más diversificadas invierten más % de su Producto Interno Bruto en la ciencia y tienen al mayor número de personas dedicadas a esta actividad. El tamaño del círculo indica la cantidad de dinero. Busque a México en el fondo de la gráfica, ahí ha estado por 20 años. Esta gráfica nunca será presumida en los spots de la Presidencia.

 Las distorsiones del SNI.

Las distorsiones del SNI a la actividad de CyT son múltiples, algunas son «menos» graves, pero otras se consideran delitos en la mayor parte de países avanzados.

Sálvese quien pueda. El SNI es una evaluación de individuos y eso es una desgracia en una actividad que es esencialmente colectiva. En el extranjero, los grandes fondos de investigación no se obtienen por los individuos, se obtienen por los colectivos. Sí hay proyectos individuales, pero incluso esos son asignados en base al grupo construido para sacarlo adelante. Es decir, lo que se observa es el comportamiento, infraestructura y productividad del Instituto y sus Departamentos, sus planes y perspectivas, el camino que han diseñado para lograr sus metas. Los directores de Instituto son realmente guías multiexperimentados y visionarios que jalan los esfuerzos de los investigadores hacia grandes metas multianuales, por ejemplo, un nuevo biocombustible, un mejor panel solar, una droga anticáncer, una planta más productiva, o incluso, a la formación de cuadros especializados en áreas de frontera, sin importar la resolución inmediatista de nada. Aquí en México, cada quien cuida su pellejo, el director de instituto es alguien que recoge el tributo de sus subalternos sin ninguna meta más que todos se llenen la cartera (en su nivel correspondiente, para eso son los niveles) y dejando a un lado las grandes metas de desarrollo.

El carrusel y cosas peores. Con fondos de investigación escasos, con plazos cortísimos de evaluación, con oportunidades de reingreso limitadas (2 chances), con obligaciones burocráticas y de docencia excesivas, el investigador mexicano no puede cumplir lo que pide el SNI. Mañosos como somos, se han inventado los carruseles (Ver el CV del Dr. Fulanito arriba). Consisten en hacerse de un grupo de confianza y simplemente apuntarse mutuamente en los artículos, hoy por ti, mañana por mi. Incluso, se ha llegado al extremo de pagar dinero por ser apuntado en un artículo, te cobro $60,000 pesos pues esa autoría a ti te redituará $400,000 en la beca. En los peores casos, los lobos solitarios echan a mano el recurso del plagio y la manipulación de datos para colocar productos de investigación en las revistas o editoriales; algunos casos se han detectado en México, pero muchos sospechamos que sólo es la punta del basurero. Esto es horrible, los productos científicos que producen quienes trabajan así son de bajo impacto, de repeticiones sosas de cosas ya conocidas, son investigaciones que se mueven en círculos y que nunca llegan a generar conocimiento ni tecnología. Habrá quien realmente tenga un grupo de investigación honesto, con complementación perfecta de piezas de rompecabezas, que avanza hacia adelante. Desafortunadamente, el número de patentes y publicaciones mexicanas de alto impacto indica que son casi nadie.

El inmediatismo científico. Cuando uno lee las biografías de los grandes científicos mundiales, el común denominador es la paciencia de construcción. La investigación es un trabajo de tiempo completo, a veces contemplativo, de atrevimiento a explorar lo absolutamente desconocido, esto hace que sea «lento». Por ejemplo, las investigaciones que llevaron al Dr. Frederick Sanger a crear las bases de las tecnologías de secuenciación de ADN que hoy gozamos en la medicina tomaron cerca de 30 años en desarrollarse. Pero el SNI sólo da 2 años a los jóvenes investigadores para «probar» su valía y a los mayorcitos, 4 años. Esto hace que los trabajos de investigación mexicanos sean minúsculos, simples, de certeza estadística baja (las repeticiones cuestan dinero que no hay), y por todo esto, casi invisibles. Todos quieren sacar un artículo científico, de lo que sea, como sea, donde sea, no importa, lo importarte es cumplir con la urgencia de la evaluación. Desarrollar una aplicación verdadera, toma décadas de trabajo continuo. En este país nadie hace cosas relevantes, no porque no sepamos o podamos, es porque si lo hacemos, nos quitan el SNI, no nos darán más proyectos y tendremos sueldo de barrendero. Aún así, hay algunos héroes sueltos por ahí.

No es de extrañar entonces que la inmensa mayoría de tecnología que se usa en México venga de países con programas de investigación planeados y cuidadosamente ejecutados por colectivos durante décadas de financiamiento y libertad sostenidas.

En conclusión.

De surgir como una medida temporal en tiempos económicos turbulentos, el SNI se ha consolidado como una nefasta institución en México. Se usa de forma perezosa como indicador de desempeño, como título nobiliario, como parámetro de decisión, como registro de capacidad, y todavía, como oxígeno económico de los científicos. Es un salvavidas que se convirtió en un barco, el barco náufrago de la CyT mexicana.

Un hecho, es que a 31 años de la creación del SNI, México pasó de ser el país líder de investigación científica en Latinoamérica, a ocupar el cuarto lugar, casi empujado al quinto por Colombia, en todos los parámetros normalizados por número de habitantes. Ese patético desempeño de la ciencia en México es porque el científico mexicano sólo desea permanecer en el SNI. La pérdida de esta beca implica una pérdida de más del 50% de su ingreso económico. Para ello, hace lo que puede y no lo que debe, olvida sus sueños de juventud de convertirse en un Louis Pasteur, y se vuelve en un burócrata castrado más de la ideología neoliberal, esa que sí tiene un plan para México: hacer una base de manufactura, mano de obra barata y basurero de desechos industriales de compañías extranjeras.

 

P.D.: Si usted es un destacado miembro del SNI y está listo para soltarme la clásica de que sólo soy un güevón frustrado, permítame aclararle que tengo 39 años, he sido miembro del SNI desde hace 7 años, empecé en el Nivel C, y ahora soy 1. Estudié en el extranjero y ahora trabajo en una universidad estatal en Oaxaca donde mi laboratorio está improvisado en un salón de clases. Así que Querido Colega, con su discurso descalificador vaya a otro lado y mejor póngase a pensar el daño que hace al país -que dice amar tanto- cuando defiende al SNI sin argumentos analíticos dignos de un científico.