La privatización (¿o modernización?) de Petróleos Mexicanos y un árbol de mango.

Posted on 20 marzo, 2013

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…un obrero dice:
—¡Maldita máquina! ¡Maldita seas!
La máquina trepida con más ímpetu, y no gime ya. De todos sus tendones de hierro, de todas sus vértebras de acero, de los duros dientes de sus engranajes, de sus mil infatigables piezas, se desprende un sonido ronco, airado, colérico, que, traducido al lenguaje humano, quiere decir:
—¡Calla, miserable! ¡No te quejes, cobarde! Yo soy una simple máquina que se mueve a impulsos de un motor, pero tú tienes sesos y no te rebelas…

El Obrero y la Máquina – Ricardo Flores Magón (1916)

El dicho popular dice que nada es mentira y nada es verdad, todo es según el color del cristal. Así también es la discusión sobre la pertinencia o no de privatizar modernizar a Petróleos Mexicanos (PEMEX), la megacompañía estatal que controla la exploración, extracción, refinación y comercialización de petróleo y sus derivados.

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El fabuloso equipo de privatizadores modernizadores de Pemex llega a celebrar en anacrónico 75 aniversario de la expropiación petrolera. De izquierda a derecha, Gerardo Ruíz (Secretario de Comunicaciones), Enrique Peña Nieto (comprador de la presidencia) y Luis Videgaray (embajador de Shell y Chevron en México).

Todos los medios de comunicación están tapizados de opiniones a favor y en contra de su privatización modernización. A favor se citan promesas y predicciones sobre una futura bonanza, generalmente aprendidas en universidades extranjeras. A pesar de que las privatizaciones modernizaciones de teléfonos, del ferrocarril, de las autopistas, de los ingenios y de otros etcéteras no han traído ninguna bonanza pública (pero sí muchas privadas), el comprador del la presidencia el presidente Peña Nieto dice que esta privatización modernización será la buena, la que hemos estado esperando.

Del lado nacionalista se destaca la casi absoluta dependencia del Gobierno Mexicano de los petrodólares, del encarecimiento que generalmente conlleva las privatizaciones modernizaciones, de ser rehenes de los caprichos ecológicos y financieros de las empresas extranjeras.

El BlogChinaco se une a esta candente discusión con este post inspirado por Oki Doki, el tierno personaje que se sienta debajo de un árbol de mango a pensar en lo indispensable y por el género literario de los cuentos anarquistas de Ricardo Flores Magón.

El árbol de mango de mi casa.

En el patio de mi casa hay un árbol de mango gigantesco. Cada verano da enormes y deliciosos mangos, gordos y jugosos, rojos y suavecitos, que se cotizan en el mercado a varias decenas de pesos el kilo. El árbol crece solo, casi nada tengo que hacer yo para que el titán produzca esos deliciosos frutos que todo el mundo desea y que yo disfruto glotonamente…

¿Cuánto debería querer al árbol de mango?, ¿cómo debería administrarlo?

La versión neoliberal del árbol de mango.

Yo soy un profesionista exitoso, educado y capaz. Mis ingresos económicos no dependen en absoluto de mi árbol de mango pero es innegable que me ahorro varios cientos de pesos al tener esas golosinas de la naturaleza al alcance de mi mano.

Para mi y mi familia nos bastan los mangos que puedo alcanzar con mi mano y mi pequeña escalera. Los bajo sin esfuerzo, los corto y los congelo. Con eso satisfago los antojos de mango de mi familia por dos meses.

Las señoras de mi barrio me insisten que debería subirme al árbol, cortar el fruto y hacer unos miles de pesos vendiendo los mangos. Yo les digo sonriendo que no tengo necesidad de bajar mangos, puedo darme el lujo de que se los coman los cuervos y que se pudran en la azotea. Cierro la puerta y me carcajeo “¡estas quieren que me mate por bajar unos pinches mangos!”.

Un día, unos señores en triciclos de carga, muy amables tocan la puerta de mi casa ofreciéndome el siguiente trato: ellos que son atrevidos, que tienen redes, que saben subir a los árboles –cosas que yo no soy y no quiero aprender- se ofrecen a bajar todos los mangos del árbol, dejarán la mitad de la cosecha para mi y la otra mitad se la llevarán ellos para venderla en el mercado local.

Dado que soy un cobarde que jamás subiría más de un metro para cortar un mango, inmediatamente acepto.

Los señores de los triciclos se llevan su carga de mangos, yo tengo reservas de mango para un año entero. Mi familia come tantos mangos que incluso se llega a aburrir de tomar agua de mango en enero. Además quedo bien con todos mis compañeros de trabajo pues puedo regalar mangos por un mes entero.

Fue un buen trato, ¿no?

La versión nacionalista del árbol de mango.

Yo no sé hacer nada más que cosechar mangos y venderlos en el mercado. Casi la mitad de mi ingreso depende de cuántos mangos pueda cortar y el buen precio a que los pueda vender. Mi casa es pobre, mi familia es pobre, pero lo poco que tengo lo he conseguido vendiendo mangos.

Hace tiempo yo sabía subirme al árbol y cortar mangos -ahí tengo mis arneses y redes empolvándose- pero de un tiempo para acá me he hecho flojo porque me junto a beber alcohol con los señores de los triciclos. Sólo corto los pocos mangos que puedo alcanzar con mi mano, esto ha evitado que mi familia se muera de hambre.

Las señoras de mi barrio viendo lo inútil que me he vuelto y lo pobre que es mi familia insisten que debería subirme otra vez al árbol, bajar las frutas y venderlas para salir adelante. Incluso me dicen que puedo vender mango con chile, pasteles de mango, dulces de mango, que si estoy tonto o por qué no me he dado cuenta que tengo otro árbol de mango en el lote. Que debería sembrar más frutales de otros tipos para hacer negocio.

Después de pensarlo lo he decidido: haré un negocio de frutales y con el dinero que junte haré lo imposible para que mis hijos vayan a la universidad y sepan hacer otras cosas además de cortar frutas, ¡los haré autosuficientes!.

Para cuando llegan los señores de los triciclos a llevarme a beber y convencerme de que les regale mis mangos, me ven muy afanoso en la copa del árbol, bajando costales llenos de mangos. Ellos agarran sus cosas y se van a sus lotes, donde no crece ni la yerba mala.

Ya si mañana regresan con machete en mano obligándome a regalarles mis mangos, será otra historia.

P.D. clave para los despistados que estudiaron en el MIT y que ahora son Secretarios de Hacienda: el árbol de mango es PEMEX, yo que soy dueño del árbol de mango soy el gobierno de México, mi familia que disfruta de las frutas es el pueblo de México, las señoras del barrio son los nacionalistas, los señores de los triciclos son las empresas petroleras extranjeras.

MOrena-PEMEX

Propaganda de anacrónicos trasnochados que no quieren que la riqueza fluya libremente del subsuelo a… ¿a dónde?.